El proximo relato lo encontre divangando entre las notas del Excelsior, es una miradita mas a como son nuestras "supuestas" autoridades con nosotros, quienes pagamos impuestos estupidos, y colaboramos con un grano de arena para que este pais siga adelante.
El sábado en la noche salimos mi marido y yo a cenar. Tomamos una copa cada uno en una cena que duró poco más de cuatro horas. Al salir de la cena nos paró el alcoholímetro ubicado en Masaryk (colonia Polanco, delegación Miguel Hidalgo) y le pidieron a mi marido que soplara. Lo hizo, de la manera y por el tiempo en que le indicaron, y el resultado fue completamente dentro de los límites normales y permitidos. El "doctor" se empezó a poner pesado y dijo que "no contaba".
Un antecedente: hace unos meses nos paró en circunstancias similares el alcoholímetro. Hicieron que mi marido soplara cuatro veces con la misma boquilla hasta que el resultado fue positivo. Parar en los separos de la delegación fue un viacrucis de tiempo, trámites y, obviamente, de mordidas y gratificaciones. Después de esta experiencia averiguamos que por ley una persona sólo tiene que soplar una vez (por el tiempo y de la manera en que es indicado) y punto.
Que uno de los chanchullos más comunes es la gente que sopla varias veces, el resultado se acumula saliendo eventualmente positivo y el dinero obtenido en "amparos y gratificaciones" se reparte entre gestores y miembros de la patrulla.
Esta vez no íbamos a caer en lo mismo. Así es que mi marido se negó a volver a soplar. Empezaron las amenazas y los abusos. "Llévense al güerito", "súbanlo a la patrulla", "copelas o delegación" (ese es chiste mío)...
Él seguía negándose y lo rodearon varios policías armados hasta los dientes.
Yo estaba en el coche, marqué a locatel a pedir ayuda, me remitieron al 066 (en donde no contestaba nadie) y al teléfono de la SSP (también sin respuesta).
De pronto me vi también rodeada de policías, uno de los cuales metió el cañón de su arma adentro de mi automóvil. Me paralicé, lo único que pude hacer fue mandar un tweet de auxilio con mi ubicación. En mi mente histérica lo único que pensé es si me matan por lo menos que alguien sepa en dónde fue.
En mi mente sabía que lo que tenía que hacer era sacar una foto de la situación o pedir el número de la patrulla, pero las manos no me respondían. Lo único que pude hacer es alzar la voz para decirle: "saque su arma de mi coche". Lo que hizo.
El incidente duró poco menos de 20 minutos, tiempo que me pareció eterno. Al ver a lo que había escalado la situación mi marido volvió a soplar, el resultado volvió a ser normal y nos fuimos de ahí.
La respuesta que obtuve del delegado de Miguel Hidalgo, a quien busqué también por Twitter, fue prácticamente nula "no es nuestra responsabilidad como delegación, pero si mandas un reporte veremos qué se puede hacer". Preferí hacer el reporte por esta vía. No para obtener respuesta en donde no la hay, sino para alertar al resto de los ciudadanos de lo que les puede ocurrir.
Que quede claro, estoy completamente de acuerdo con el programa del alcoholímetro. Tengo hijos que, en poco tiempo, van a estar en la calle a la hora pico de los conductores ebrios. Y estoy consciente que estos programas son efectivos para evitar accidentes fatales. Pero ¿En qué momento estos buenos programas se vuelven una razón para abusar y amedrentar a los ciudadanos con total impunidad de la autoridad? Abuso en este caso simplemente aleccionador, pero que, en un descuido de una milésima de segundo, se pudo haber convertido en una tragedia
No hay comentarios:
Publicar un comentario